Mientras escribimos este breve post, la central nuclear de Fukushima tiene desestabilizados 2 reactores, uno de ellos sobre calentado con riesgo de fusión de núcleo, ya se han contabilizado oficialmente 1700 muertos pero la ciudad de Minami Sankiru tiene desaparecida a 10000 personas del total de 17000 que forman la ciudad (sin contar que la misma ciudad ha desaparecido del mapa). Sendai, la ciudad más importante de la prefectura de Miyagi, es una ciudad fantasma; los daños en territorio japones ya suman decenas de billones de dolares. La foto esta tomada del diario El País.
Simplemente unos minutos han bastado para que el pueblo japones este en jaque, afrontado su peor momento desde que dos bombas nucleares golpearon su territorio en 1945. Los medios de prensa citan que la tercera economía del mundo esta tocada en sus cimientos. No se si pueda hablar aún de economía, la cual sin duda será extremadamente relevante para su recuperación. Pero la devastación humana simplemente no puede dejarnos indiferentes y simplemente no podemos dejar de hacer una breve pausa en nuestro trabajo. Pausa que debería ser quizá más extensa para pensar en nuestra profesión y en lo increíblemente relativizada que han quedado su fundaciones, como la solidez, la perdurabilidad y la relevancia histórica frente a desastres como el de hace 2 días. Haití (300000 muertos), Chile (1000 muertos), China (60000), Sumatra (250000), Japón (aun por definir) son solo muestras de fragilidad de nuestra permanencia y de que los procesos de transformación de la planeta siempre serán que determinen la perdurabilidad de nuestras inserciones en fracciones de tiempo.
No hay palabras que sirvan para expresar el dolor por la víctimas en japón y a la vez la aceptación de una realidad permanente y continua de procesos que están más allá de bien y del mal.
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