Curador: Augusto del Valle
Artistas: Gino Marchini, Víctor Manuel Manrique, Felix Tapia, Esther Vanstein.
Museografía: Gonzalo Cruz / PU.a.
Año y Muestra Instalación: 2004
Lugar: Galeria Luis Miroquesada Garland
Fotografias: Gino Marchini. Edición Gonzalo Cruz
Intersticios
Claves para una lectura de frontera: naturaleza y cultura
Concepto
He visto a veces a algunos materiales buscar mi ojo, y hacerlo no tanto en su condición de signos o significados de algún entramado o mensaje -los he mirado en diferentes contextos- sino como el vértice de alguna geometría natural o artificial que me reta a que la siga para perderme con y por ella. Me he quedado distraído por un momento. Ha sido algún color que apenas aparece pero que brilla, algún fluido cuya consistencia nos reta, los nervios de una hoja que cae y que se dejan ver al trasluz, la huella casi circular del fuego en algún papel.
He buscado en los tratados de filosofía para orientarme y en ciertas formas de arte, o incluso en algunas creencias contemporáneas. ¿Qué puede ser esto que aparece con tanta insistencia?.
Las grandes ciudades son fenómenos macro de difícil comprensión. Para contrarrestar su fuerte configuración caótica, índice de una alta entropía, algunos activistas –por los que profeso una gran simpatía- procuran la reivindicación de toda forma de vida natural en contra del cemento y sus vástagos. Un bosque, un árbol, un río, una laguna, ciertos animales. Ellos se convierten, por obra de esta alquimia, en el índice o señal de la posibilidad de un nuevo equilibrio ético pero también estético.
La relación entre paisaje y edificación, puede procurarnos un hilo conductor para intentar pensar “racionalmente” la ciudad. Las culturas de la América antigua integraron sus propias formas al contexto natural: círculos y pórticos alucinantes en la costa –como en Caral-, animales y geometrías peculiares en la sierra –como en el sur andino-. La racionalidad nos da un acceso a ciertas preguntas claves sobre el por qué de la disociación entre paisaje y edificación en las grandes ciudades.
Lima, por ejemplo, experimentó un crecimiento caótico que puede ser “explicado” al tomar en cuenta la dinámica propia que comienza en los años 50. Tal explicación agrupa en un solo discurso varios factores: la migración interna o andinización que integra las antiguas periferias al tejido urbano de la ciudad –incluido algunos cerros como San Cosme, El Agustino y otros-; los negocios especulativos de las empresas inmobiliarias de nuestras elites; el surgimiento de diferentes polos comerciales tanto informales como formales que agudizan las contradicciones entre espacios como Santa Anita o La Parada con aquellos configurados por desiguales franquicias; Y por último, la intermitente industrialización cuyas formas urbanas que pueden observarse en algunas zonas de la ciudad deben ser leídas estratigráficamente, como una superposición de distintas épocas, oleadas de modernidad.
El concepto de intersticio se propone en tanto experiencia de las alegorías materiales que la naturaleza propone a la cultura, atravesándola y apareciendo a veces misteriosamente en los lenguajes poéticos y estéticos como una interferencia o una mancha; otras veces violentándolo -una perforación, como cuando la luz quema un papel- o mimetizándose con él como cuando, aparentemente, todo está tranquilo.
Mi punto de vista es aquel que defiende una estética del documento y considera a la huella como una suerte de alegoría material de lo Real: en el límite o intersticio entre los lenguajes, la materia o naturaleza revela propiedades, que apareciendo adheridas en el soporte o significante señalan, sin embargo, hacia aquellas zonas que paradójicamente no pueden ser representadas.
El proyecto de exposición
Intersticios, antes que la racionalidad y sus “explicaciones” propone un espectador que acceda a una experiencia con ciertos elementos que el contexto “exterior” –paisaje natural o urbano- propone a nuestros sentidos, y a través de éstos a la comprensión intuitiva de ciertas zonas de silencio tanto natural como artificial.
Víctor Manuel Manrique trabaja hace ya tiempo en la dirección de búsquedas muy próximas a esta inquietud, encontrando entre los elementos naturales que a veces se encuentran ocultos o maltratados en las ciudades una fuente poética de acceso a la realidad. Asimismo actualmente investiga los imaginarios urbanos, buscando enlazarlos con su historia. En el caso de nuestros países esta historia resulta especialmente compleja y conflictiva pues los procesos de colonización en América Latina no sólo han dejado su impronta en la hibridación hispano e indígena, sino también en la integración de lo africano y occidental en general –inglés, francés, italiano, etcétera- en sus respectivas sociedades. La documentación de espacios de conflicto o negociación entre grupos humanos que establecen una peculiar relación con la naturaleza se despliega en una concepción de los lugares y sus elementos tanto geométricos como orgánicos que los configuran.